Hay una filosofía que he tratado de llevar a lo largo y ancho de mi vida y que en todos los momentos de mi vida me ha servido para empezar nuevamente. Quizá muchos ya se hayan imaginado cual es esta filosofía, pero para aquellos que no me conocen todavía lo suficiente, la explicare. Esta filosofía de la que hablo es la del ave fénix, ave del cual quizá algunos sepan que es un ave mitológica, que nunca existió, pero en parte por eso mismo decidí adoptarla como una filosofía propia: no es real, es un ideal. Y hasta este momento me había servido enormemente. Cada mal paso que daba, cada trozo de corazón que me arrancaban, cada situación que me pasaba, cada perdida, alegría, pena, tristeza, pensamiento, en fin, toda mi vida estaba regida por el pensamiento en mi filosofía. Después de cualquier destrozo de corazón que había sufrido, me refugiaba en el saber que todo en esta vida muere, pero muy pocos se levantan nuevamente después de estos tropiezos, y menos aun lo hacen sin tener heridas sin reparar de sus vivencias pasadas. Pues, esto es lo que quería hacer de mi vida. Una serie de ciclos, uno tras otro que diera por terminado alguna situación en mi vida personal. Desde simples rompimientos amorosos hasta la perdida de una de mis mejores amigas a quien consideré en un momento el amor de mi vida.
Como verán, estos tropiezos no tienen nada de anormal, pero si la manera en que los trataba de llevar. Después de cada cosa quería, o más bien debía dejarla en el archivo muerto de mi memoria y de mi corazón. Todo esto hasta que un día se me presento una alegoría que utilice desde ese momento para ejemplificar lo que me estaba haciendo a mí mismo. Querer ocultar todos esos sentimientos, todas esas ideas, todas aquellas situaciones era como enterrar a una persona con vida, la cual poco a poco ascendería a la superficie y finalmente se desenterraría, y se vengaría de quien la enterró de esa manera. Bien, eso es justamente lo que me está sucediendo ahora. Al parecer finalmente se desenterraron todos esos fantasmas que había querido por tanto tiempo ocultar y para mi desdicha lo han hecho en el peor momento posible. Un rompimiento y exageradamente mucho tiempo para pensar han hecho todo un calvario del que solo pienso en escapar, y en que no me es posible hacerlo porque todo está en el único lugar del que nadie se escapa, su propio cerebro.
Es una batalla continua en el que las más diversas personalidades debaten, discuten, pelean y hasta asesinan por tener la razón. Desgraciadamente esta batalla ya se ha estado librando por un buen tiempo y no se divisa un próximo vencedor. Como verán, mucho tiempo y muchos fantasmas enterrados no es la mejor combinación para pasar sus días en este mundo terrenal. En vez de disfrutar y buscar la única regla que se nos impuso de nacimiento, la de ser feliz, muchos otros sentimientos ocupan mi pensamiento para acordarme siquiera de aquella idea lejana que vislumbre cuando llegue a este mundo. Mis días están regidos por la ira, el coraje, la indecisión y muchas otras ideas, pero principalmente el arrepentimiento, ya sea de lo que hice o de lo que no.
Una filosofía que obliga a una persona a un suicidio pasivo no es la más deseable a escoger, pero ciertamente es la que más se apega a mis ideales. Evidentemente no es la mejor y quien mejor que yo para asegurar esto, pero no creo que en un futuro cercano esta mi mentalidad sea transformada a una menos exigente, que deje expresar sentimientos abiertamente, que permita derramar lagrimas a la perdida de alguien, que admita debilidad de vez en cuando y así puedo seguir por un bien rato más, pero lo importante de esto es que esta filosofía me ha hecho sobrevivir en este tiempo y en este espacio.
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